El capítulo perdido

Este es un capítulo que escribí como resultado de un pequeño concurso que organicé para la gente que seguía la historia en el blog y desde los foros de literatura de Meristation y de El Otro Lado, que consistía en que los lectores me mandaran una breve descripción de un personaje con poderes que les gustaría que apareciera en la novela. De todos ellos elegiría solo uno, y ese personaje aparecería como mínimo en un capítulo.

El concurso terminó, y de entre unos 20 personajes uno resultó elegido (gracias por tu personaje, Gelmir), y yo cumplí con mi parte y escribí ese capítulo y lo integré en la novela. Pero desgraciadamente, al retomarla tiempo después, me di cuenta de que el personaje era demasiado bueno para desperdiciarlo en un solo capítulo y a la vez demasiado complejo para integrar todo lo que se me ocurrió para ella en la trama que estaba escribiendo. Por lo que en la versión final que teneis en la zona de descargas ese capítulo no aparece.

Ahora he decidido recuperar este capítulo perdido para todos los que no lo leísteis en su día. Espero que os guste.   


Viernes 30 de marzo de 2007, 10:54
La chica de la guitarra


La de ayer fue una noche inusualmente tranquila a la par que extraña. Casi diría que surrealista.

Después de hablar con Magda -que no había visto ni oído nada fuera de lo normal- me dí una ducha y volví a bajar a Barcelona. Intento pasar las noches ahí, que es donde más puedo hacer y el único lugar donde Carmen puede contactar conmigo.

Cené con Sara en un Fresco y luego nos fuimos a un pub en el que nunca había estado, pero del que había oído hablar varias veces. Se llama Mediterráneo y hacen música en directo, monólogos y actuaciones varias. La verdad es que el lugar está muy bien y es acogedor, y además no está muy lejos del centro. Carmen se pondría en contacto conmigo si me necesitaba, así que intenté relajarme y disfrutar de la velada. Nos tomamos unas copas mientras un tipo argentino vomitaba su monólogo -bastante tópico, por cierto- y al poco rato desconectamos y hablamos de nosotros. Hacía muchos días que no disfrutábamos de un rato de intimidad. La verdad es que me sentó de maravilla hablar de cosas cotidianas, como mi trabajo, sus estudios, los amigos...

Cuando nos dimos cuenta y aparté los ojos de los de Sara, un silencio expectante flotaba en el ambiente, el monologuista había desaparecido y en su lugar había una muchacha menuda, de pelo oscuro y lacio, enfundada en unos vaqueros gastados. Sostenía una guitarra frente a ella, enorme en comparación con su pequeño cuerpo. Sonrió y sin decir una palabra empezó a hacerla sonar. Un ritmo suave y a la vez creciente recorrió la sala. Empezó como un blues con toques de rock que más tarde mutó al punk más agresivo, para transformarse repentinamente en una mezcla de reagge y country de lo más curiosa. Terminó la primera canción improvisando una mezcla de los más variados estilos que dejó a todo el pub sin palabras. Tocaba como una auténtica estrella.
Pero lo realmente sorprendente vino a partir de la siguiente canción. Empezó cantando a capella y cautivó al instante a todos con una voz suave pero intensa, que parecía transmitir un hondo sentimiento de pesar. Me fijé que todos a mi alrededor se habían quedado absortos escuchándola. Inmóviles como estatuas. Parecían  incluso hipnotizados.
Aquella magia se alargó mientras duró la actuación, y me pareció que la gente solo reaccionaba entre canción y canción. Pero no le dí demasiada importancia y me centré también en disfrutar del espectáculo.
Cuando terminó la última canción la cantante se presentó finalmente, entre silbidos y aplausos. Alba era su nombre.

De camino a su piso, Sara me dijo que se sentía un poco mareada y que tenía una sensación extraña. Le contesté que me encargaría de que se le pasara en cuanto nos metiéramos en la cama. Su sonrisa le iluminó la cara y no pude evitar darle un beso largo y apasionado. Sus ojos brillaron frente a los míos, y cogiéndome por sorpresa me arrastró hasta la oscuridad de un portal cercano, dónde se arrancó la ropa y me folló poseída por un frenesí animal hasta entonces desconocido para mí.

Esta mañana al despertarnos le he sacado el tema, y me ha asegurado que no recordaba absolutamente nada de la noche de ayer desde el momento en que vio subir al escenario a la chica de la guitarra.