30 de mayo de 2007

La chica de la guitarra

La de ayer fue una noche inusualmente tranquila a la par que extraña. Casi diría que surrealista.

Después de hablar con Magda -que no había visto ni oído nada fuera de lo normal- me dí una ducha y volví a bajar a Barcelona. Intento pasar las noches ahí, que es dónde más puedo hacer y el único lugar dónde Carmen puede contactar conmigo. En el trayecto barajé varias posibilidades respecto a la enigmática nota, pero las descarté por improbables. Necesitaría más datos si quería resolver la ecuación.

Cené con Sara en un fresco y luego nos fuimos a un pub al que nunca había estado, pero del que he oído hablar varias veces. Se llama Mediterráneo y hacen música en directo, monólogos y actuaciones varias. La verdad es que el lugar está muy bien y es acogedor, y además no está muy lejos del centro. Carmen se pondría en contacto conmigo si me necesitaba, así que intenté relajarme y disfrutar de la velada. Nos tomamos unas copas mientras un tipo argentino vomitaba su monólogo -bastante tópico, por cierto- y al poco rato desconectamos y hablamos de nosotros. Hacía muchos días que no disfrutábamos de un rato de intimidad. La verdad es que me sentó de maravilla hablar de cosas mundanas, como mi trabajo, sus estudios, los amigos...

Cuando nos dimos cuenta y aparté los ojos de los de Sara, un silencio expectante flotaba en el ambiente, el monologuista había desaparecido y en su lugar había una muchacha menuda, de pelo oscuro y lacio, enfundada en unos vaqueros gastados. Sostenía una guitarra frente a ella, enorme en comparación con su pequeño cuerpo. Sonrió y sin decir una palabra empezó a hacerla sonar. Un ritmo suave y a la vez creciente recorrió la sala. Empezó como un blues con toques de rock que más tarde mutó al punk más agresivo, para transformarse repentinamente en una mezcla de reagge y country de lo más curiosa. Terminó la primera canción improvisando una mezcla de los más variados estilos que dejó a todo el pub sin palabras. Tocaba como una auténtica estrella.
Pero lo realmente sorprendente vino a partir de la siguiente canción. Empezó cantando a capella y cautivó al instante a todos con una voz suave pero intensa, que parecía transmitir un hondo sentimiento de pesar. Me fijé que todos a mi alrededor se habían quedado absortos escuchándola. Inmóviles como estatuas. Parecían hipnotizados.
Aquello se extendió al resto de la actuación, y me pareció que la gente solo reaccionaba entre canción y canción. Pero no le dí demasiada importancia y me centré también en disfrutar del espectáculo.
Cuando terminó su actuación la cantante se presentó finalmente, entre silbidos y aplausos. Alba era su nombre.

De camino a su piso, Sara me dijo que se sentía un poco mareada y que tenía una sensación extraña. Le contesté que me encargaría de que se le pasara en cuanto nos metiéramos en la cama. Su sonrisa le iluminó la cara y no pude evitar darle un beso largo y apasionado. Sus ojos brillaron frente a los míos, y cogiéndome por sorpresa me arrastró hasta la oscuridad de un portal cercano, dónde se arrancó la ropa y me folló poseída por un frenesí animal hasta entonces desconocido para mí.

Ésta mañana al despertarnos le he sacado el tema, y me ha asegurado que no recordaba absolutamente nada de la noche de ayer desde el momento en que vió subir al escenario a la chica de la guitarra.

29 de mayo de 2007

La nota

Joder. Acabo de llegar a casa y me he encontrado una nota en el suelo. Lo que faltaba. Dice así:

SABEMOS QUIEN ERES

Sin firma ni nada que indique su procedencia.

Esto no me gusta. Nada de nada. ¿Quién ha podido ser? ¿Un vecino? ¿Qué coño hago ahora?

Me voy a ver a Magda, a ver si ha visto u oído algo.

Nada basta

Desde que "volvió" Carmen a principios de la semana pasada no hemos parado apenas. Hay demasiado por hacer.

Empiezo a plantearme la imposibilidad de las ideas que me guían. Utopías inalcanzables incluso en el más delirante de los sueños. Estoy agotado y no veo el momento de descansar. Y es en estos momentos cuando me viene a la cabeza una frase que leí en algún cómic hace años y que ha permanecido en mi memoria hasta hoy: "El mal nunca descansa". Que cachondo soy cuando me pongo...
¿El mal? ¿Realmente es el mal lo que impulsa a la gente a robar, por ejemplo? No es lo mismo robar una barra de pan para comer que violar a alguien por placer. ¿Son distintos niveles de mal? ¿O no existen diferencias? Durante éstos días he tenido que elegir más de una vez entre ayudar en un lugar u otro, a unas personas o a otras. Y por culpa de una mala elección ahora hay dos ancianos en la UCI, gravemente heridos. Aunque claro, ¿quién dice que fué una mala elección? Si hubiera elegido de forma distinta quizás serían otros los que estarían hoy en esa sala, o peor, bajo tierra.

Me está costando encajar todo esto. Verlo desde una perspectiva que me afecte menos. Juan Blanco me advirtió de que esto pasaría, y gracias a sus enseñanzas he sabido sobreponerme, pero no es suficiente.
Leo en los periódicos sobre mi, sobre "El justiciero del Post-it", o simplemente "Post-it", como empiezan a llamarme para abreviar, y me ayuda, me hace sentir mejor, pero tampoco basta. Carmen me anima y me presiona a su manera. Me transmite pensamientos positivos y me asegura una y otra vez que sin lo que estoy haciendo el mundo sería un lugar peor. Que hay que aprender a andar antes de querer correr. Que me dé tiempo. Que poco a poco, si no me rindo, lo que me ronda por la cabeza puede que se convierta en realidad, y que ella estará ahí para ayudarme.
Sara también me apoya a su manera. Hay alguna cosa que se le escapa, que no logra comprender del todo, pero es normal. Me obliga a tomarme algun respiro cuando me ve muy apurado, y aunque de entrada me niego siempre, reconozco que necesito tantos respiros como pueda tomarme. Incluso Carmen me alienta a ello. Quizás porque también necesita descansar.

Desde que me creo un superhéroe no tengo en consideración las necesidades de los demás. Soy un puto egoista, ahora me doy cuenta. Pero es que no puedo detenerme, joder. Siento que se me necesita y cada vez que leo alguna mala noticia que podría haber evitado me cabreo conmigo mismo. Incluso si ha sucedido fuera de mi alcance. ¿Cómo puedo evitar algo que sucede a cientos de kilómetros de aquí?

Por todo esto es por lo que no quiero ni puedo detenerme. Mientras actúo no pienso en otra cosa, me concentro en lo que estoy haciendo y ya está.

Esto de jugar a los superhéroes va a matarme o a volverme loco. Veremos qué sucede antes.

18 de mayo de 2007

Promesas

Ayer conocí a Carmen, pero la cita no resultó como esperaba. En absoluto.

Juan Blanco había contactado conmigo el miércoles, y me citó para ayer. Me dijo que no me preocupara por Carmen, que seguía débil pero que pronto estaría recuperada. El esfuerzo del viernes pasado había sido demasiado para ella, había llevado sus poderes más allá de lo que lo había hecho nunca. Luego dijo que me llevaría donde estaba, que ella se lo había pedido. "Al fín alguna novedad", me dije, aliviado. Ya había empezado a creer que Carmen había desaparecido para siempre, y que Juan Blanco me había abandonado a mi suerte. "Vete acostumbrando a éstas cosas ", fué todo lo que dijo mi mentor en el arte del superhéroe como respuesta a mis dudas no formuladas.

La noche del miércoles la pasé patrullando las calles de Barcelona, como las anteriores. Los nervios me mantenían despierto y alerta. En cinco días habría dormido como mucho seis horas, pero no me sentía cansado. Detuve a un par de ladrones de bolsos -uno de ellos hizo caer al suelo a una anciana del tirón- y a un ladrón de coches al que pillé en plena faena por casualidad, y los dejé atados y amordazados con cinta aislante a la farola más próxima. Un post-it pegado a sus frentes aclarararía la situación a la policía. No sabía qué más podía hacer, pero lo que sí tenía claro era que no los podía llevar yo mismo a comisaría. No era ese mi trabajo. Además, Juan Blanco me había advertido de que me mantuviera alejado, tanto de la policía como de la Estación de Sants, aunque ya casi se hubiera descartado mi participación en el atentado. Las cámaras me habían grabado corriendo por ella con dos mochilas a la espalda, y algunos testigos declararon también haberme visto correr hacia el aparcamiento. Por fortuna las investigaciones han llevado a las autoridades en otra dirección, supongo que ésa es la razón de que no hayan venido a por mí todavía -y supongo que también el hecho de que no me tengan fichado-. Según fuentes policiales ha quedado demostrado que es materialmente imposible que alguien que se encontrara tres minutos antes de las explosiones en el interior de la estación hubiera subido hasta el techo y hubiera colocado las cargas para después salir huyendo, y que además ninguno de los obreros lo hubiera visto. La colocación de los explosivos tenía que haberse efectuado horas antes.
Por fortuna la policía no cree en superhéroes...

Mi vecina Magda -a la que tengo bastante abandonada últimamente, por cierto- vino a verme el Lunes por la tarde. Me había reconocido en la tele, en las noticias del mediodía, cuando pasaron el vídeo grabado en la Estación de Sants. En aquellos momentos aún se barajaba mi participación en el atentado. La invité a tomar una copa y la tranquilicé. No había creído por un momento que yo pudiera ser el responsable, pero estaba preocupada por mí, por lo que estaba pasando. Le dije que estaba bien, tranquilo, y que no había tenido noticias de la policía. Que no se preocupara por mí. Que mi presencia allí solo era una casualidad, y que las mochilas que llevaba estaban llenas de cosas del traslado. Se fué mucho más tranquila y me obligó a prometerle que la semana próxima cenaría con ella una noche. Antes de salir hacia Barcelona pegué un post-it en el espejo del baño para acordarme. Fué el que me dió la idea de pegar uno para la poli en cada delincuente que detuviera. Ahora el cuadernillo de post-it y un rotulador negro forman parte de mi arsenal de superhéroe. Tiene gracia.
Por cierto, ya he usado seis en lo que va de semana, y hoy han hablado por primera vez en Antena3 del "Justiciero del Post-it". Menuda mierda de nombre me han puesto. De Antena3 tenían que ser. Ahora solo falta que digan que es un desequilibrado jugador de rol... Rafa se descojonaba de risa cuando me lo ha dicho.

Bien, ahora que he resumido más o menos los sucesos de éstos últimos días, volvamos al punto de inicio: mi cita con Carmen.
Juan Blanco me recogió en Plaza Lesseps a las cinco de la tarde de ayer -haciendo una de sus apariciones de ilusionista barato- y cruzamos la Ronda General Mitre, internándonos en una de las zonas "pijas" de la ciudad. Mientras subíamos por una calle flanqueada por torres ajardinadas me empecé a imaginar a Carmen como una mujer mayor, una viuda acaudalada y excéntrica. Una típica médium de las que aparecen en las películas. De ojos enloquecidos y pelo blanquecino y desgreñado. Que organizaba las tardes de los domingos sesiones de espiritismo con las amigas para "hablar" con sus difuntos maridos a los que echaban tanto de menos. La verdad es que hasta ése momento no me había hecho ninguna imagen mental de ella. Ni siquiera me había parado a pensar sobre ello. Curioso.
Mientras caminábamos Juan Blanco me preguntó sobre aquellos primeros días tras el entrenamiento. Le contesté que habían ido bien, pero que aún no había podido poner lo aprendido en práctica. "Mejor que nunca tengas que hacerlo, eso querrá decir que las cosas no van a peor", fué su críptica respuesta. No añadió nada más y yo tampoco quise insistir con el tema. Había aprendido a no hacerle preguntas. Todo acababa por mostrarse tarde o temprano. No valía la pena comerse el coco, aunque a veces me daba rabia que dijera las cosas a medias.
-Aquí es -dijo al rato. Se había detenido frente a un terreno ajardinado, donde se distinguía al fondo un gran edificio de piedra gris, demasiado grande y funcional para tratarse de la torre de una viuda acaudalada. En el muro había un letrero de metal pulido con dos líneas grabadas que decían:

Institución Villar e Hijos.
Para el cuidado de enfermos terminales e incurables.

Miré a mi maestro. Se dió cuenta del terror que recorrió cada una de las terminaciones nerviosas de mi cerebro para terminar asomando a mi rostro, pero no dijo nada. Se limitó a abrir la verja y enfilar el sendero que cruzaba los jardines hacia la puerta principal. Avancé torpemente tras él, respirando profundamente. Los nervios por conocer a Carmen se habían multiplicado por mil. "Quizás sería mejor no conocerla" recuerdo que pensé, cobardemente.
Las puertas automáticas se hicieron a un lado y pasamos dentro. El aire acondicionado o el olor a hospital -o quizás las dos cosas a la vez- hicieron que se me pusiera la piel de gallina. Juan Blanco se plantó delante de la chica que estaba en información y le dijo que veníamos a ver a Carmen Freyle. Al parecer ya se conocían. La chica asintió con una sonrisa radiante en el rostro, como si estuviera deslumbrada por la presencia de mi mentor, y le dijo que estaba en su habitación.
Caminamos hacia el ascensor que había al fondo de la sala y noté como mi corazón se aceleraba. Pensé que los nervios acabarían conmigo. Que me impedirían seguir adelante. La mirada que Juan Blanco me lanzó cuando se abrieron las puertas del ascensor me serenaron. No me gusta que juegue con mi mente, pero en ese momento me sentí agradecido.

Y allí estaba Carmen. Tumbada en la cama con los ojos cerrados, respirando a través de una máquina. Al acercarme noté su mente en la mía. Me dió la bienvenida y por primera vez sentí algo en su tono de voz. Me acerqué. Era preciosa. Una de las mujeres más hermosas que he visto jamás.
"Gracias por el piropo" dijo mentalmente, y noté como se sonrojaba interiormente. Yo me sonrojé también, y los dos nos reímos sin mover los labios. Luego me pidió que le hablara, que riera de verdad. Que le gustaba oir voces y que las risas la hacían sentir bien.
La complací lo mejor que pude y estuvimos un buen rato hablando, cada uno a su manera. Durante nuestra conversación la noté débil aún, pero me dijo que en unos días estaría recuperada.
Finalmente, cuando Juan Blanco -que se había quedado esperando en la sala de espera- entró a decirme que la visita tenía que terminar, Carmen me prometió que el próximo día que fuera a visitarla respondería a la pregunta que me rondaba la cabeza y que no me había atrevido a formular.
Yo le prometí que no tendría que esperar muchos días.

14 de mayo de 2007

¿Dónde estás, Carmen?

Esta inactividad me está matando.
Carmen no aparece y tampoco sé nada de Juan Blanco. He pasado diez días con él y no sé como contactarlo. Es de locos.
Solo espero que Carmen esté bien...

Me he pasado este fin de semana yendo y viniendo a Barcelona por si reaparecía, y aprovechando para terminar el traslado. Esta tarde haré el último viaje al despacho y recogeré la impresora y el fax, lo último que queda. Al menos estos días me han servido para pasar más tiempo con Sara, que ya tocaba. Entiende por lo que estoy pasando, pero eso no hace que le duela menos el no verme durante días -y más sin saber cuando vuelvo o donde estoy-, es comprensible que se preocupe. Además hace nada que nos conocemos. Aún alucino con lo bien que se lo está tomando todo.

Rafa vino ayer a cenar y nos contó que el sábado conoció a una chica. Parece que lo de Marta realmente lo tiene superado. Me alegro por él.

Volviendo al tema que me preocupa, me jodería que Carmen no reapareciera. Primero porque me sabría muy mal que le hubiera ocurrido algo malo, y segundo porque la idea que se había ido perfilando en mi mente éstos días atrás se iría por el retrete. Creo que podríamos formar un buen equipo. Nuestros poderes combinados podrían conseguir muchísimo. De hecho, creo que sin ella poco voy a poder hacer. Sigue existiendo el problema del dónde y cuando.
Lo del otro día, aquella sensación en el tren, fue algo raro. Quizás solo pueda sentir el mal cuando está muy próximo o cuando va a ser a gran escala. Tendría que preguntarle a Juan Blanco, cuando se digne a llamarme a su lado... Tócate los cojones. A ver si al final Perro Negro va a tener razón...

En fín, espero que ésta tarde Carmen aparezca. Cada hora que pasa estoy más rallado.

12 de mayo de 2007

Stand by

Aún no sé nada de Carmen. Creo que el esfuerzo que realizó ayer fue demasiado para ella. Espero que se recupere pronto, porque sin sus poderes voy perdido.
A éstas alturas los terroristas igual han abandonado ya el país, joder.

Ayer me quedé en Barcelona todo el día y por la noche estuve con Sara, esperando a que Carmen "dijera" algo. Antes de que le dijera nada ya sabía que había sido yo el que había salvado la situación en Sants.
En las notícias llevan hablando del atentado desde ayer, confirmando que no hubo heridos, aunque no se explican qué sucedió exactamente. Las autoridades no saben cómo llegaron los explosivos al tejado del edificio, y además está lo del extraño "aviso" segundos antes de que hicieran explosión. Algunos testigos hablan de una voz, muchos de una sensación que les obligó a tirarse al suelo. La mayoría creen que fue un aviso a través de los aparatos de megafonía de la estación, aunque la administración de Sants lo ha desmentido. Nadie sabía lo que iba a suceder hasta que sucedió.
Aún no se ha encontrado ninguna prueba que señale la autoría del atentado y ningún grupo terrorista lo ha reivindicado, pero el Ministro de Defensa ya se ha pronunciado, aunque con prudencia. Todo parece señalar hacia Al Qaeda, aunque no descartan otras posibilidades.

He bajado a casa a recoger unas cosas (entre ellas mi "uniforme"), pero después de comer volveré a la ciudad. Tengo que estar disponible cuando vuelva Carmen. Hay mucho por hacer.

11 de mayo de 2007

Movimiento

Muévete.
Me he despertado con ésa palabra en la cabeza y con un sentimiento de urgencia impresionante. Como si estuviera a punto de suceder algo.

Lo primero que he hecho ha sido bajar a Barcelona para contactar con Carmen. Al parecer el radio de acción de sus poderes no es muy amplio y no llega hasta donde vivo. No es algo que no hubiera supuesto ya, pero hoy se ha confirmado.
Al llegar a la ciudad, aún desde los túneles por los que avanza el tren, ya la he "sentido", y un segundo después se ha puesto en contacto conmigo para darme la bienvenida. Parece mentira que se pueda echar de menos a una voz que solo suena en el interior de nuestra cabeza, joder. Si me paro a pensar en éstos dos últimos meses no me lo creo. Parece todo tan surrealista, tan de ciencia ficción barata...
El caso es que la latente sensación de que algo malo iba a ocurrir no me ha abandonado en todo el trayecto, y Carmen lo ha notado rápidamente.
"¿Qué pasa, Daniel?" ha preguntado en mi cabeza.
"No lo sé, pero a medida que avanzamos hacia el centro de la ciudad noto con más fuerza que algo terrible está a punto de suceder. Mierda, nunca había sentido algo así. Es tan abrumador..."
Durante el entrenamiento, Juan Blanco me había hablado de la habilidad que algunos de nosotros podíamos desarrollar para presentir el peligro, una especie de sexto sentido, o de sentido arácnido como el de Spiderman, aunque me dijo que para ello se necesitaban años y haber vivido muchas situaciones de riesgo.

He notado como Carmen se alejaba de mí cuando el tren ha empezado a frenar al llegar a la estación del Clot, y he supuesto que estaría escaneando la ciudad en busca de algo que pudiera darnos alguna pista de qué era aquello que me intranquilizaba. Lo que sí tenía claro, cada vez más a medida que corrían los segundos, es que fuera lo que fuera lo que iba a suceder, no iba a demorarse mucho más.
Las puertas se han abierto. Unos han bajado y otros han subido. Yo he permanecido en mi asiento, cada vez más nervioso. Ha sonado el aviso y las puertas se han cerrado a cámara lenta. "Vuelve, Carmen. Vuelve, Carmen." Me he repetido varias veces. Estaba empezando a sudar a pesar del aire acondicionado.

Carmen ha vuelto de repente, cuando el tren ha empezado a internarse de nuevo en la oscuridad. Su grito mental casi me ha revienta el cerebro: "¡Una bomba! ¡Han puesto una bomba en la estación de Sants!¡Y va a estallar en 25 minutos!"
En milésimas de segundo todos los tacos conocidos han cruzado por mi cerebro, y aún me ha sobrado tiempo de inventar algunos nuevos. Luego he recordado el e-mail que recibí ayer y me tomé a cachondeo. Uno de ésos que se van reenviando a todo el mundo y que yo, para variar, mandé a la papelera automáticamente sin prestarle demasiada atención. Hablaba de un posible atentado de Al Qaeda en el metro de Barcelona hoy. Me cago en la puta, tras leer eso tendría que haber bajado a la ciudad y cerciorarme de que era una falsa alarma... ¿Cuando aprenderé?
"¿Sabes donde está?" he preguntado. De repente una idea ha empezado a tomar forma.
"Hay dos, pero sé donde están."
"¿Cuanto tardaremos en llegar a Sants?"
"Once minutos si no surge ningún imprevisto."
"De acuerdo. Creo que tenemos tiempo. Espero que ésta vez no te hayas equivocado con tus cálculos de tiempo, como la última vez. Si la cagamos, hoy no serán solo un par de agujeros en mi estómago lo que tendremos que lamentar."
Estática. Carmen no ha dicho nada, pero pude sentir cierto arrepentimiento.
"Perdona. No era mi intención culparte de nada" he pensado sinceramente. A veces soy un bocazas.

"Hemos" llegado a la estación de Sants a los once minutos exactos. He salido disparado del tren y he subido las escaleras mecánicas de tres en tres, sorteando a la gente. No había un segundo que perder.
Al llegar arriba he seguido las indicaciones de Carmen. Alguien había dejado dos minutos antes una mochila frente a un quiosco, detrás de un expositor de postales, y aún nadie se había dado cuenta de ello. Ha sido fácil cogerla y ponermela a la espalda. Pesaba bastante. Dicen que la muerte pesa, y con razón.

"¿Cuanto nos queda?" he preguntado mientras bajaba los escalones hacia el metro. Ahora no corría tanto por miedo a que la mochila estallara con el movimiento.
"Diez minutos justos. ¿Se puede saber qué harás con las mochilas?"
"Sigue guiándome. ¡No hay tiempo ahora para explicártelo!"

La segunda mochila estaba abandonada en el andén de la línea azul en dirección a Cornellá Centro. Un par de chavales estaban a su lado, supongo que decidiendo si la abrían o no. Me he adelantado a ellos y la he cogido sin detenerme. Se me han quedado mirando, sorprendidos, hasta que he desaparecido por el mismo pasillo por el que había llegado.
"Seis minutos, Daniel."
La voz de Carmen, aunque sin entonación, sonaba nerviosa.
"Confía en mí" he pensado, intentando tranquilizarnos a los dos. Creo que no ha sonado muy convincente. No sé nada de bombas, y tampoco sabía, mientras subía las escaleras de vuelta a la estación, si lo que se me había ocurrido sería factible. Aún no conozco los límites de mi poder, a pesar de mi adiestramiento. Podía ser que lo que tenía pensado no funcionara y acabara todo en una catástrofe como la del puto 11-M.

"Cuatro minutos"
He llegado arriba y tras dos segundos de duda he decidido correr hacia la parte de atrás, donde está el aparcamiento al aire libre. Si las cosas salían mal, era el lugar donde habría menos gente.
He cruzado las puertas automáticas como una exhalación y me he plantado en mitad del parking, donde me he dado la vuelta y alzando la vista he observado el edificio, ahora medio en obras. Cada mochila colgaba de uno de mis brazos.
"Dos minutos y cuarenta segundos. Se nos acaba el tiempo, Daniel."

En lo alto del edificio, en el extremo izquierdo he visto algunos obreros. Eso dificultaba mi plan de acción. La idea de sacrificar a unos pocos para salvar a muchos no entraba dentro de mis planes.
"Dos minutos veinticinco segundos..."

"Carmen, lee mi mente, rápido"
Ha captado mi idea al instante. Era más rápido que buscara y seleccionara ella misma de entre todo aquel remolino de miedos e inquietudes que esperar a que yo ordenara y transmitiera coherentemente lo que necesitaba de ella.
"Puedo intentarlo, aunque no estoy acostumbrada a hablarle a más de una persona a la vez."

Un minuto después, al mismo tiempo que yo lanzaba con todas mis fuerzas las mochilas al aire, hacia lo alto del edificio, he podido sentir el grito psíquico de Carmen, perforándome el cerebro.
He visto a los trabajadores de la obra tumbarse inmediatamente en el suelo, y también a la gente que había en el aparcamiento. Incluso he podido ver a través de los cristales del edificio como la gente en su interior se dejaba caer y se escondía detrás de lo que tuviera más cerca. Carmen ha cumplido con creces con su parte, solo faltaba ver si mi plan resultaba.

Desde detrás de un 4x4 he visto caer las mochilas sobre el tejado de la estación. Esperaba que el techo fuera lo suficientemente grueso y resistente, porque si no todo mi plan se iría a tomar por culo. Carmen, después del grito, se ha desconectado. Supongo que debido al sobreesfuerzo.
Los últimos segundos me han parecido una eternidad. La gente se arrastraba por el suelo buscando cobertura. Algunos gritaban, otros lloraban.
Y entonces las mochilas han explotado violentamente, lanzando trozos de metal por los aires. Por fortuna las bombas no parecían tener mucha potencia. Pocos han sido los trozos que han llegado al aparcamiento o al otro lado del edificio, provocando pocos destrozos y al parecer ningún herido.

Más tranquilo, me he alejado de la estación dando un rodeo, no fuera que alguien me recordara corriendo con las mochilas por los pasillos y me detuvieran o algo peor. El sonido de las sirenas no ha tardado en llegar a mis oídos, pero yo ya estaba lejos.

Cuando vuelva Carmen iremos tras los hijos de puta de Al Qaeda. Seguro que sabe decirme donde se esconden.

10 de mayo de 2007

Una nueva vida

La gente puede pensar que me he vuelto loco, pero no podría importarme menos. Me siento más lúcido que nunca.

Hoy he dejado caer la primera ficha del dominó gigante de la probabilidad que forma parte de mi futuro.
Para empezar he decidido reducir mi jornada laboral. Reducirla drásticamente. Si quiero cambiar las cosas necesito tiempo.
Ésta mañana he estado haciendo gestiones y atando cabos con los clientes. Dejo el despacho y trabajaré desde casa a partir de ahora. Trabajar menos implica reducir gastos. No me haré nunca rico, pero hay cosas más importantes en la vida. Si algo he aprendido éstos días atrás es lo superfluo de casi todo cuanto nos rodea y que se nos hace imprescindible. Nuestra sociedad nos ha convertido a todos en yonkis ciegos.

Aún no sé como iniciar los cambios, como hacer que la gente abra los ojos a lo que realmente importa y merece la pena. Quizás deba dar ejemplo durante un tiempo. Ayudarles. Que me vayan conociendo. Quizás deba convertirme en un icono, como el Capitán América pero sin bandera, alguien a quién respeten y en quién confíen. Y cuando llegue el momento hacerles ver que entre todos podemos convertir éste vertedero que llamamos Tierra en un jardín. Que podemos detener las guerras, el terrorismo, la violencia. Compartir la riqueza, la cultura, el conocimiento. Suena a utopía, y probablemente lo sea, pero hay que hacer algo o será demasiado tarde.

Dentro de una hora vendrá mi gente. Rafa y Xavier están excitadísimos y ansiosos por verme y saber qué he hecho éstos días. Qué he aprendido. Hemos quedado aquí en el despacho, así de paso me ayudarán a prepararlo todo para el traslado. Lo sé, tengo un morro que me lo piso pero, ¿para qué están los amigos?
Evidentemente también vendrá Sara. Está algo mosca por desaparecer de improviso, sin decirle nada, aunque no fué culpa mía. Juan Blanco no me avisó de que empezaríamos con la segunda fase tan pronto.
Luego iremos a cenar todos juntos, y ésta noche me quedaré en el piso de Sara si no me manda a paseo. Necesito recargar pilas.

Mañana será el primer día del resto de mi vida. Una nueva vida.

El regreso

El adiestramiento ha terminado. Las tres fases han sido completadas con éxito. Ha sido un largo viaje, pero al fín he vuelto.

En mi ausencia he visto a través de los muros de la realidad. He vivido cientos de pasados distintos y he vislumbrado miles de futuros posibles. He observado como se formaban y desvanecían mundos en el interior de un grano de arena. He buceado en una gota de lluvia mientras ésta resbalaba por un cristal irisado. He avistado las barreras que nos oprimen, que nos encierran y mantienen cautivos, y he descubierto que pueden ser cruzadas con la llave adecuada.
Ahora tengo esa llave. Ahora veo las posibilidades que aparecen ante mí. Al fín soy dueño de mi propio destino. Me siento distinto, más fuerte. Más seguro. Capaz de cambiar el mundo. Estoy henchido de poder.

Ha llegado el momento de dar un paso al frente y tomar las riendas. Éste mundo de mierda va a cambiar. Por mis cojones que va a cambiar.

6 de mayo de 2007

Off-Topic

Buenas,

ante todo pediros disculpas por ésta inesperada ausencia. Estoy hasta arriba de trabajo, entre otras historias, y he aprovechado para hacer un pequeño kit-kat antes de que me dé un infarto. Pronto continuarán las aventuras de nuestro héroe, así que tranquilos. Además éstos días me están sirviendo para enfocar mejor la historia.

Respecto al concurso de personajes, ya tengo a mi favorito, pero no se sabrá el resultado hasta que haga su aparición en la historia, así que una vez más os pido paciencia.


Muchas gracias por seguir ahí. Pronto continuamos ;)

Daniel End

1 de mayo de 2007

Primera fase

Aquellos hombres tenían cuernos y en lugar de hablar balaban. Corrían por calles estrechas, empinadas, flanqueadas por altos edificios grises, y cuando se encontraban cruzaban aquellos enormes cuernos de carnero en combate singular.

Así comencé el aprendizaje hace ya unos días, cuya primera fase ha terminado hoy. Estoy agotado, tanto que no puedo dormir, y eso que desde el pasado viernes no he dormido ni un minuto, así que escribiré hasta caer rendido.

Lo primero que he hecho hoy al llegar a casa ha sido llamar a Sara, y luego a Rafa. No han sabido nada de mí desde el viernes, cuando les advertí de que podía estar varios días sin dar señales de vida. Juan Blanco había sido muy vago en sus predicciones, por lo que cuando hablé con ellos no tenía ni idea del tiempo que me iba a llevar aprender todo lo que tenía que enseñarme. Me había dejado muy claro que dependía de mí.
Mañana cenaré con Sara, y el jueves he quedado con Rafa, que llamará a Xavier, y nos veremos en el Menta Negra, para variar. Es lo que tiene vivir en un pueblo de mierda con un solo bar decente.

Cuando salimos del cine caminamos hasta el metro sin decir una sola palabra. Yo intentaba asimilar lo que había visto. Entender aquella rareza y además captar la relación que podía tener conmigo, con Juan Blanco y con el adiestramiento que supuestamente había empezado ya. No me atreví a preguntar cuando nos despedimos, y él tampoco dijo nada, se limitó a sonreir. Cuando crucé la barrera de entrada al metro y me volví para verle él ya no estaba, como había esperado.
Aquella noche soñé con cabras con cabeza de hombre que hablaban en lugar de balar y trabajaban en una enorme oficina que no parecía tener fin. Fué un sueño bastante inquietante, que además no me ayudó a comprender una mierda.

El viernes al salir del trabajo Carmen contactó conmigo para indicarme el lugar de mi próximo encuentro con Juan Blanco. El viejo me esperaba frente al Museo de Ciencias Naturales, en el Parque de la Ciudadela, a las diez de la noche. Tuve el tiempo justo de ir a casa, darme una ducha rápida, cambiarme, llamar a Sara para decirle que tenía ganas de verla, y volver a Barcelona.
Me bajé en Arco de Triunfo y caminé por el paseo hasta la entrada del parque. Entonces, frente a las enormes puertas de hierro negro que me impedían el paso, recordé que lo cierran a las nueve, por lo que tuve que saltar la valla que lo rodea después de asegurarme de que no había ningún guardia de seguridad cerca. "Empieza bien la noche", pensé.
Llegué a la entrada del museo dos o tres minutos después, y allí estaba él, esperándome. Esa vez había prescindido de usar sus trucos de "magia", lo que contribuyó a enfatizar aquella sensación que había crecido en mi interior a lo largo del día de que aquella noche empezábamos de una vez por todas con mi entrenamiento. Sin mediar palabra hizo un gesto para que le siguiera y acercándose a las puertas del museo sacó de su nívea chaqueta un manojo de llaves, y utilizando una de ellas escogida al azar -al menos esa fué la sensación que tuve- nos abrió paso a su interior.
-Hace unos años trabajé aquí -fué la respuesta a mi pregunta no formulada -. Y tranquilo, no te he leído la mente, simplemente he observado la duda en tu rostro -añadió. Su sonrisa paternalista y a la vez misteriosa, y sus deducciones siempre acertadas, empezaban a molestarme.
Nos adentramos escaleras abajo en el edificio, con la sensación de que desde la oscuridad nos observaban enormes esqueletos de dinosaurios, rarezas genéticas conservadas en sus botes de formol y animales disecados agazapados en las sombras, que parecían esperar eternamente a volver a la vida. Cuando llegamos al nivel más bajo, Juan Blanco volvió a sacar el manojo de llaves y abrió otra puerta.
-Aquí es dónde empezará tu adiestramiento -dijo, señalando la completa oscuridad que había al otro lado -. Debes entrar ahora. Yo entraré detrás de tí en un momento.

Desde que entré en aquel lugar hasta que he salido han pasado tres días y cuatro noches, aunque a mí me han parecido tres meses por lo menos. No he comido, ni bebido, ni dormido, y apenas he podido pensar en nada que no fuera lo que allí sucedía. Ésta mañana, cuando al fín hemos salido, Juan Blanco me ha dicho que ya estoy listo para la siguiente fase, pero me ha dado unos días de descanso.
Ahora mismo no me siento preparado para describir todo lo que he experimentado. Aún estoy procesándolo. Ni siquiera tengo claro dónde he estado metido. Eso sí, a pesar del cansancio, me siento más fuerte y capaz que nunca.

Creo que es el momento de irme a la cama. A ver si consigo dormirme de una jodida vez.