11 de mayo de 2007

Movimiento

Muévete.
Me he despertado con ésa palabra en la cabeza y con un sentimiento de urgencia impresionante. Como si estuviera a punto de suceder algo.

Lo primero que he hecho ha sido bajar a Barcelona para contactar con Carmen. Al parecer el radio de acción de sus poderes no es muy amplio y no llega hasta donde vivo. No es algo que no hubiera supuesto ya, pero hoy se ha confirmado.
Al llegar a la ciudad, aún desde los túneles por los que avanza el tren, ya la he "sentido", y un segundo después se ha puesto en contacto conmigo para darme la bienvenida. Parece mentira que se pueda echar de menos a una voz que solo suena en el interior de nuestra cabeza, joder. Si me paro a pensar en éstos dos últimos meses no me lo creo. Parece todo tan surrealista, tan de ciencia ficción barata...
El caso es que la latente sensación de que algo malo iba a ocurrir no me ha abandonado en todo el trayecto, y Carmen lo ha notado rápidamente.
"¿Qué pasa, Daniel?" ha preguntado en mi cabeza.
"No lo sé, pero a medida que avanzamos hacia el centro de la ciudad noto con más fuerza que algo terrible está a punto de suceder. Mierda, nunca había sentido algo así. Es tan abrumador..."
Durante el entrenamiento, Juan Blanco me había hablado de la habilidad que algunos de nosotros podíamos desarrollar para presentir el peligro, una especie de sexto sentido, o de sentido arácnido como el de Spiderman, aunque me dijo que para ello se necesitaban años y haber vivido muchas situaciones de riesgo.

He notado como Carmen se alejaba de mí cuando el tren ha empezado a frenar al llegar a la estación del Clot, y he supuesto que estaría escaneando la ciudad en busca de algo que pudiera darnos alguna pista de qué era aquello que me intranquilizaba. Lo que sí tenía claro, cada vez más a medida que corrían los segundos, es que fuera lo que fuera lo que iba a suceder, no iba a demorarse mucho más.
Las puertas se han abierto. Unos han bajado y otros han subido. Yo he permanecido en mi asiento, cada vez más nervioso. Ha sonado el aviso y las puertas se han cerrado a cámara lenta. "Vuelve, Carmen. Vuelve, Carmen." Me he repetido varias veces. Estaba empezando a sudar a pesar del aire acondicionado.

Carmen ha vuelto de repente, cuando el tren ha empezado a internarse de nuevo en la oscuridad. Su grito mental casi me ha revienta el cerebro: "¡Una bomba! ¡Han puesto una bomba en la estación de Sants!¡Y va a estallar en 25 minutos!"
En milésimas de segundo todos los tacos conocidos han cruzado por mi cerebro, y aún me ha sobrado tiempo de inventar algunos nuevos. Luego he recordado el e-mail que recibí ayer y me tomé a cachondeo. Uno de ésos que se van reenviando a todo el mundo y que yo, para variar, mandé a la papelera automáticamente sin prestarle demasiada atención. Hablaba de un posible atentado de Al Qaeda en el metro de Barcelona hoy. Me cago en la puta, tras leer eso tendría que haber bajado a la ciudad y cerciorarme de que era una falsa alarma... ¿Cuando aprenderé?
"¿Sabes donde está?" he preguntado. De repente una idea ha empezado a tomar forma.
"Hay dos, pero sé donde están."
"¿Cuanto tardaremos en llegar a Sants?"
"Once minutos si no surge ningún imprevisto."
"De acuerdo. Creo que tenemos tiempo. Espero que ésta vez no te hayas equivocado con tus cálculos de tiempo, como la última vez. Si la cagamos, hoy no serán solo un par de agujeros en mi estómago lo que tendremos que lamentar."
Estática. Carmen no ha dicho nada, pero pude sentir cierto arrepentimiento.
"Perdona. No era mi intención culparte de nada" he pensado sinceramente. A veces soy un bocazas.

"Hemos" llegado a la estación de Sants a los once minutos exactos. He salido disparado del tren y he subido las escaleras mecánicas de tres en tres, sorteando a la gente. No había un segundo que perder.
Al llegar arriba he seguido las indicaciones de Carmen. Alguien había dejado dos minutos antes una mochila frente a un quiosco, detrás de un expositor de postales, y aún nadie se había dado cuenta de ello. Ha sido fácil cogerla y ponermela a la espalda. Pesaba bastante. Dicen que la muerte pesa, y con razón.

"¿Cuanto nos queda?" he preguntado mientras bajaba los escalones hacia el metro. Ahora no corría tanto por miedo a que la mochila estallara con el movimiento.
"Diez minutos justos. ¿Se puede saber qué harás con las mochilas?"
"Sigue guiándome. ¡No hay tiempo ahora para explicártelo!"

La segunda mochila estaba abandonada en el andén de la línea azul en dirección a Cornellá Centro. Un par de chavales estaban a su lado, supongo que decidiendo si la abrían o no. Me he adelantado a ellos y la he cogido sin detenerme. Se me han quedado mirando, sorprendidos, hasta que he desaparecido por el mismo pasillo por el que había llegado.
"Seis minutos, Daniel."
La voz de Carmen, aunque sin entonación, sonaba nerviosa.
"Confía en mí" he pensado, intentando tranquilizarnos a los dos. Creo que no ha sonado muy convincente. No sé nada de bombas, y tampoco sabía, mientras subía las escaleras de vuelta a la estación, si lo que se me había ocurrido sería factible. Aún no conozco los límites de mi poder, a pesar de mi adiestramiento. Podía ser que lo que tenía pensado no funcionara y acabara todo en una catástrofe como la del puto 11-M.

"Cuatro minutos"
He llegado arriba y tras dos segundos de duda he decidido correr hacia la parte de atrás, donde está el aparcamiento al aire libre. Si las cosas salían mal, era el lugar donde habría menos gente.
He cruzado las puertas automáticas como una exhalación y me he plantado en mitad del parking, donde me he dado la vuelta y alzando la vista he observado el edificio, ahora medio en obras. Cada mochila colgaba de uno de mis brazos.
"Dos minutos y cuarenta segundos. Se nos acaba el tiempo, Daniel."

En lo alto del edificio, en el extremo izquierdo he visto algunos obreros. Eso dificultaba mi plan de acción. La idea de sacrificar a unos pocos para salvar a muchos no entraba dentro de mis planes.
"Dos minutos veinticinco segundos..."

"Carmen, lee mi mente, rápido"
Ha captado mi idea al instante. Era más rápido que buscara y seleccionara ella misma de entre todo aquel remolino de miedos e inquietudes que esperar a que yo ordenara y transmitiera coherentemente lo que necesitaba de ella.
"Puedo intentarlo, aunque no estoy acostumbrada a hablarle a más de una persona a la vez."

Un minuto después, al mismo tiempo que yo lanzaba con todas mis fuerzas las mochilas al aire, hacia lo alto del edificio, he podido sentir el grito psíquico de Carmen, perforándome el cerebro.
He visto a los trabajadores de la obra tumbarse inmediatamente en el suelo, y también a la gente que había en el aparcamiento. Incluso he podido ver a través de los cristales del edificio como la gente en su interior se dejaba caer y se escondía detrás de lo que tuviera más cerca. Carmen ha cumplido con creces con su parte, solo faltaba ver si mi plan resultaba.

Desde detrás de un 4x4 he visto caer las mochilas sobre el tejado de la estación. Esperaba que el techo fuera lo suficientemente grueso y resistente, porque si no todo mi plan se iría a tomar por culo. Carmen, después del grito, se ha desconectado. Supongo que debido al sobreesfuerzo.
Los últimos segundos me han parecido una eternidad. La gente se arrastraba por el suelo buscando cobertura. Algunos gritaban, otros lloraban.
Y entonces las mochilas han explotado violentamente, lanzando trozos de metal por los aires. Por fortuna las bombas no parecían tener mucha potencia. Pocos han sido los trozos que han llegado al aparcamiento o al otro lado del edificio, provocando pocos destrozos y al parecer ningún herido.

Más tranquilo, me he alejado de la estación dando un rodeo, no fuera que alguien me recordara corriendo con las mochilas por los pasillos y me detuvieran o algo peor. El sonido de las sirenas no ha tardado en llegar a mis oídos, pero yo ya estaba lejos.

Cuando vuelva Carmen iremos tras los hijos de puta de Al Qaeda. Seguro que sabe decirme donde se esconden.

1 comentario:

Daniel dijo...

Es la primera vez que hago un comentario en tu blog y, lo primero, felicitarte y animarte a continuar con tu relato, que está siendo muy interesante.

Por otro lado, esta primera intervención "heróica" tras completar el adiestramiento, habría sido una estupenda ocasión para dar algunos datos concretos para que dieran una mejor visión al lector de, por ejemplo, la velocidad al moverte o de la fuerza al lanzar las mochilas, a fin de dar una idea más aproximada del grado de "sobrenaturalidad" de tus poderes.

Así como lo has dejado, no deja de ser una intervención brillante, pero sin tintes de superhéroe, quedándose solo en héroe.

Es solo una opinión muy personal que se me ha ocurrido mientras disfrutaba de tu post. De todo modos, reitero mi felicitación y espero seguir leyéndote por mucho tiempo.

Ah! Y si llegas a publicar algún día la novela completa, por dios... ¡Que sea bajo copyleft!