28 de enero de 2010

Domingo 18 de junio de 2007, 21:40h

Aún no ha habido suerte. Xavi y yo –y Carmen desde allá arriba- hemos estado vigilando las calles de La Mina estos últimos días sin resultado. No sé si es que mi patético intento de rescate del otro día asustó al tipo o es que aún es pronto para que vuelva a actuar, pero según Carmen no ha desaparecido ningún otro niño desde entonces.
Siguiendo el consejo de Carmen me corté el pelo y me lo teñí, y renové por completo mi vestuario antes de empezar a patrullar con Xavi, no fuera que alguien me reconociera y se volviera a liar. Esperaba que los metros que me separaron de mis perseguidores y la oscuridad creciente del atardecer fueran suficientes para que no se quedaran con mi cara.
En cuanto a Xavier, me ha sorprendido gratamente. Desde que lo llamé se ha comportado con total seriedad y se ha volcado totalmente en nuestra misión, incluso se ha cogido un par de semanas de vacaciones para ayudarme. Se podría decir que parece otra persona. Aunque claro, cuando no estamos de patrulla vuelve a ser él mismo, cosa que he llegado a agradecer estos días después de tantas horas vigilando en silencio.

Ayer, cuando dimos por concluido nuestro turno de guardia, me despedí de Xavi y me dirigí al centro, donde había quedado con Sara para cenar. Me llevó a un italiano cuyo nombre no recuerdo pero donde hacen un rissotto de escándalo, y al terminar nos acercamos al Tequila a tomar un par de cervezas. La noche iba genial, parecía que las cosas volvían a ser como al principio, como eran antes de que se lo contara todo. Pero la fastidié cuando le expliqué lo de los niños desaparecidos. Su expresión cambió, se tornó fría y distante. Me gustaría compartirlo todo con ella, pero me he dado cuenta de que por ahora será mejor hablar sobre cosas más mundanas: cómo lleva la universidad, si hay algún concierto o exposición a la que quiera ir, etc... Y eso hice, cambié de tema y en sus ojos ví que me lo agradecía. Paciencia, Dani, paciencia.

No hay comentarios: