27 de marzo de 2007

Cita con Sara

Estoy que no me lo creo. Éstas cosas sólo pasan en ésas películas sensibleras que les gustan tanto a las mujeres. Y que yo no soporto, por cierto.

Sara me ha pasado a recoger por la calle Valencia -cerca de dónde trabajo- a eso de las dos del mediodía. Cuando la he visto girar la esquina el corazón se me ha acelerado, y cuando me ha reconocido y me ha sonreído casi se me sale del pecho. Ha caminado deprisa hacia mí y al llegar me ha plantado en los labios el beso más dulce que soy capaz de recordar. Me he sentido flotar y me ha venido a la mente la típica escena de dibujos animados en que al protagonista le salen dos pequeñas alas en la espalda y empieza a elevarse sin darse cuenta. No quiero imaginarme la cara de gilipollas que se me ha debido quedar en ése momento.

Mientras íbamos hacia el lugar dónde comeríamos -un restaurante de comida casera muy bueno- me ha preguntado entre risas si me había sorprendido su llamada de ayer.
Me gusta lo directa que es y la facilidad con la que me deja descolocado. No estoy acostumbrado a estar con alguien que diga lo que piensa sin importarle quedar bien o mal, pero me encanta. Es raro que una persona se muestre espontánea, tal cual es, desde el primer momento, aunque viéndola dirías que para ella es lo más normal del mundo.
- Eres la última persona que esperaba que me llamara -le he contestado. Se ha reído y a los pocos pasos se ha parado en la acera al llegar frente al restaurante. Me ha mirado a los ojos cuando me he girado hacia ella y ha dicho tranquilamente:
- ¿Cómo no iba a llamarte después de la noche más increíble que he vivido en la vida?
No he sabido qué decir, pero su sinceridad me ha hecho sentir incómodo. Cómo ya he dicho, no estoy hecho a éstas situaciones. He conseguido esbozar una sonrisa después de unos segundos en que las dudas han intentado amotinarse y tomar el control, y la he besado de nuevo. Luego hemos entrado.

Conocer a alguien tan directo, sincero, espontáneo y entusiasta me plantea un reto que no sé si estoy preparado para superar. Deseo en lo más hondo estarlo. Pero sinceramente, no lo sé.
Con Sara me ha ocurrido algo que hacía muchísimos años que no experimentaba. Hemos conectado. Desde el primer momento en que se cruzaron nuestras miradas en la discoteca se ha creado una conexión entre los dos que no sé bien cómo explicar. Es cómo cuando te presentan a alguien y parece que os conoceis desde hace años. Y surge una complicidad que va más allá, en la que con sólo una mirada, un roce, puedes comunicar mucho más que con palabras.
Y eso me lleva al reto al que me refería. ¿Cómo ocultarle lo que me sucede? Y si no se lo oculto, si decido contárselo todo antes de que la cosa vaya a más, ¿me creerá? ¿Me tomará por un loco? ¿Me temerá?

Estaba planteándome todo ésto mientras esperábamos el primer plato y ella estaba en el baño. Tan absorto estaba en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que ha vuelto, y su voz me ha hecho regresar a la Tierra.
-¿Estás preparado para la sorpresa?
He asentido, desconcertado, y luego he recordado que ayer me habló de una sorpresa. "Adelante" he pensado, "Sorpréndeme".
-Quiero que la semana que viene te vengas conmigo de acampada.
Lo ha soltado así, tal cual. Podeis imaginaros cómo me he quedado. A cuadros.

Desde siempre me ha gustado la acampada. Desde bien pequeño estube apuntado en un centro excursionista y hacíamos una salida al mes, y después he seguido yendo cuando me ha sido posible. Me apetecía ir y tampoco tenía otro plan. Pensaba quedarme trabajando por Semana Santa, aprovechar para adelantar faena. "Al carajo el trabajo", he pensado, y le he dicho que sí. No podría haberme dado una sorpresa mejor.

Además, me servirá para desconectar realmente de todo. Cuando volvamos ya me plantearé qué hago con mis migrañas, las hemorragias y los poderes.

Lo jodido ahora va a ser la espera. Dios, que semana más larga.

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