28 de marzo de 2007

Sin argumentos

De nuevo en casa. El último CD de Jack Johnson, In Between Dreams, suena en el ordenador. Suelo escucharlo cuando llego cansado. Sólo me bastan un par de canciones acompañadas de una cerveza para sentirme como nuevo.

Hoy he salido del trabajo un poco antes. No he podido terminar la maquetación de la revista, pero tengo hasta mañana al mediodía para entregarla. Espero llegar a tiempo.

A las seis de la tarde -más los diez minutos de rigor- Rafa se ha reunido conmigo en el Menta Negra. Me ha parecido que estaba más animado.
Hemos pedido dos cervezas y unas bravas y me he quedado mirándolo, a la espera de que empezara a contarme su versión de los hechos y me repitiera unas treinta veces lo imbécil que era y que no se merecía a alguien como Marta. En efecto, no se la merecía. Se merece a alguien mejor.
Pero ésta vez Rafa me ha sorprendido. Ha sonreído un poco, apesadumbrado, y me ha dicho que no quería volver a hablar de ella. Nunca. Que hoy hablaríamos de mí y de lo que me estaba sucediendo últimamente.
Ha sido cómo si me quitaran un enorme peso de varias toneladas de encima.

-¿Cómo te encuentras? -ha preguntado. Directo al grano. No sería él si se hubiera andado con rodeos. Aquella pregunta significaba que se estaba reponiendo rápidamente. Quizás fuera verdad que había terminado para siempre con Marta, aunque no lo tengo tan claro.
Le he contestado con un: "No me encuentro mal", y luego le he contado todo lo ocurrido desde el Jueves. También le he hablado de Sara.
Se ha alegrado por mí sinceramente, a pesar de la situación que está pasando. Es mucho más fuerte de lo que cree.

Después de la larga interrogación sobre ella, tres Volls más tarde, ha vuelto sobre el Tema:
-Sí, ví lo que hiciste a ésos seguratas. Estaba allí. Pero aún así lo que tú crees que pueden ser poderes podría ser causado por algo menos... -se ha llevado la botella a los labios mientras buceaba en su mente en busca de las palabras adecuadas-. Menos fantástico -ha añadido dejándola sobre la mesa, como si con ése gesto reafirmara su declaración.
-¿Cómo qué?
-Cómo un subidón de adrenalina.
Sabía que me saldría con éso. Yo también lo he pensado. El ser humano, cuando es sometido a situaciones extremas es capaz de segregar grandes cantidades de adrenalina que le permiten realizar proezas sobrehumanas. Se han dado casos en que, por ejemplo, una persona ha levantado un coche a pulso durante unos segundos para sacar a alguien de debajo. Hay muchos casos parecidos, y están comprobados científicamente.
-¿Y qué me dices de que se me hayan curado las heridas de una pelea en dos días escasos, sin dejar ninguna marca?
"Ésta vez te tengo" recuerdo haber pensado.
Pero no hay que subestimar a Rafa. Tiene argumentos y salidas para todo. Lástima que no sea capaz de aplicárselas a sí mismo. Se habría ahorrado cuatro años de comer mierda.
-No estaba allí y no sé lo graves que fueron ésas heridas. Quizás no fueran más que magulladuras. Tú mismo me dijiste que no tienes ni idea de lo que pasó allí dentro. El shock podría hacer que exageraras las cosas un poco. O las hemorragias y las migrañas que dices que tienes a menudo desde hace una semana. Lo siento pero éso no podemos tomarlo cómo prueba por ahora. Creo que deberías ir al...
-¿Y qué quieres que haga? ¿Que me tire a la vía del tren a ver qué pasa? -le he interrumpido, algo mosqueado. Me ha dejado sin argumentos. No quería ni pensar en que tuviera razón. Y mucho menos quería que me arrebatara la posibilidad de destacar sobre los demás. De marcar la diferencia.
Me ha observado durante unos minutos en silencio, mientras yo apuraba la cerveza. Yo tampoco tenía nada qué decir.

Cuando hemos salido del bar parecíamos una pareja recién peleada. Iba a despedirme sin más cuando me ha dicho, con ésa sonrisa suya enigmática, que significa que le ha venido a la mente la idea que necesitábamos:
-Llamaré a Xavier.


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