29 de marzo de 2007

Estrés

Vaya día más asqueroso.

Te levantas ya estresado, pensando en la de trabajo que tienes por delante y sin ningunas ganas de hacerlo. Llegas a la oficina y el estrés flota ya en el ambiente a pesar -o cómo consecuencia- de llegar el primero.
Y empieza el suministro de estrés. El de la mañana, que te quita la morriña a ostias. Luego llega el del mediodía, que sólo te permite comerte un bocadillo delante de la pantalla de ordenador. Y para terminar el de la tarde, que lucha porque te quedes un rato más.
Odio los días de entrega, pero en especial odio los que además preceden a Semana Santa, Navidad, y Agosto. En ésos días todo el mundo parece volverse loco de repente y recordar que tienen cosas que presentar pasadas las vacaciones, o nuevas líneas de negocio que inaugurar en breve, para lo que necesitan a un diseñador o a un profesional en marketing. Y entonces me llaman a mí.
Coges el teléfono y sigues trabajando mientras escuchas la berborrea al otro lado y asientes de vez en cuando. No puedes dejar lo que estás haciendo porque cada minuto cuenta y la hora de entrega se aproxima peligrosamente. Cuando el cliente termina su exposición le dices -en el mismo tono suplicante de un niño pidiendo perdón a su madre cuando comprende que se ha portado mal- que la semana que viene te has cogido vacaciones, y que ya le llamarás para quedar y hablar en detalle del tema cuando vuelvas.
Cuelgas y sigues trabajando.
El estrés sigue a tu lado, encima y dentro de tí. Y no te abandona cuando sales del trabajo, ni cuando coges el tren. Sólo consigues librarte de él cuando cruzas el umbral de tu hogar, cómo si le estuviera prohibido por antiguas leyes arcanas el entrar sin ser invitado. Cómo los vampiros.

Me voy a cenar con Magda. Algo bueno tenía que tener el día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Podrias hacer un comic de esta historia, un comic "serio" no estaria nada mal.
Ya me imagino los dibujos... estarian muy bien ^^
Pero bueno, no te satures.. poc a poc xDD