14 de enero de 2008

Lunes 4 de junio de 2007, 20:35h

Han soltado a los tipos que casi me matan la madrugada del domingo. Al parecer, según los periódicos, supuestamente no habían hecho nada ilegal y no podían ser retenidos más de unas horas. ¿Y las armas? Creía que en éste país no se podía ir por ahí con pistolas, navajas, etc... Total, que les han interrogado, han sido fichados, y luego les han soltado por falta de pruebas. Y por falta de una denuncia. Al parecer se protegen entre ellos, aunque pertenezcan a bandas diferentes y quieran verse muertos unos a otros. Mierda de leyes, de justicia y de burócratas. ¿Se supone que tengo que dejar que me maten para que les encierren? En fin...

Éste mediodía, cuando he llegado a la ciudad con la intención de pasarme por Narmu Cómics antes de ir a recoger el móvil nuevo, Carmen se ha puesto en contacto conmigo.
-¿Quieres que hablemos? –ha preguntado directamente.
-Antes querría darte las gracias por sacarme ayer del atolladero –he contestado, un poco seco.
-No tienes porque darme las gracias cada vez, Daniel. Tu haces tu parte, y yo la mía –el cosquilleo de su sonrisa en mi mente ha hecho que me relajara levemente.
-Ok.
-Perro Negro me salvó la vida una vez –ha comenzado a explicar Carmen, antes de que yo formulara la pregunta. He terminado de subir las escaleras que desde la estación de tren y he salido a la calle. Hacía un sol de narices –. Hubo un tiempo en que trabajamos juntos, algo parecido a lo que hacemos tú y yo ahora. Pero fué un período muy breve y contra una amenaza concreta que amenazaba la paz de ésta ciudad, y quizás de todo el país. Incluso Juan Blanco nos ayudó en algún momento. Y otros.
-¿Juan Blanco... y otros? -no podía imaginarme a Juan Blanco y a Perro Negro colaborando. Y, ¿quiénes debían ser aquellos otros? ¿Más gente con poderes?
-Era una amenaza real, Daniel, y muy poderosa. La única posibilidad de neutralizarla era uniendo nuestras fuerzas, por mucho que nuestra visión de como debían ser las cosas no fuera la misma. Pero el caso es que tuvimos éxito, y que de no ser por Perro Negro tú y yo no estaríamos ahora hablando. Me salvó la vida, como te he dicho, y desde entonces estamos en contacto.
-Y ahora me la ha salvado a mí –he pensado con amargura. Nunca me ha gustado deberle nada a nadie, y menos a alguien como Perro Negro.
-No es tan malo como crees –ha dicho Carmen, intentando calmar la ira que parecía empezar a trepar por mi garganta.
-Según Juan Blanco, lo es –he contestado, sin darme cuenta de que lo decía en voz alta. Un chaval que practicaba con un skate a mi lado se me ha quedado mirando un segundo, quizás pensando que le había dicho algo, y luego ha seguido a lo suyo.
-Juan Blanco tampoco es tan bueno como crees.
Y ahí hemos zanjado el tema. Estaba frente al escaparate de la tienda y no quería comerme más el coco. Ya volveríamos a él en otro momento, probablemente en la ronda de ésta noche. En ése momento tocaba entrar a por los cómics del mes.
-Luego hablamos –he pensado, cruzando la entrada de la tienda –, tengo que digerir todo ésto.
-Claro Daniel, cuando quieras. Yo no me voy a ir a ningún sitio –de nuevo ése cosquilleo al que empiezo a cogerle el gusto. Y sonriendo como un tonto me he dirigido a la sección de comic-books americanos.

Me he pasado media tarde devorando cómics para no darle muchas vueltas a todo el asunto. Ahora Sara está duchándose y arreglándose. Nos vamos a cenar a un paki que hay aquí cerca, y a hablar del rumbo que está tomando la relación. Sigue cabreada, y no la culpo. Lamento que me haya conocido en un momento tan extraño de mi vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin has vuelto, chico.