10 de abril de 2007

Dudas

Bueno, después de comer, con el estómago lleno, me siento más relajado y menos ultrajado por tener que volver a la rutina diaria. Sobretodo ayuda el haber podido organizarme y dejarlo todo listo en una sola mañana.
Gracias a ello hoy saldré un poco antes de la oficina, tengo que pasarme por la Fnac a mirar unos libros y de paso pillarle uno a Rafa que me encargó ayer; él y su fijación por las novelas de fantasía... No entiendo cómo un tío tan pragmático puede leer tantos libros sobre dragones y bichos imposibles.

Hablando de Rafa, ayer se presentó en casa a las seis y media de la tarde. Traía a Xavier con él. Se ve que desde nuestro combate Xavier ha querido saber todo lo referente a mí y prácticamente no se ha despegado del pobre Rafa. Por la cara que traía mi mejor amigo supe que empezaba a estar bastante desbordado. Incluso le había ayudado a llevarse sus cosas del piso de Marta el miércoles pasado, cosa que sería de agradecer en cualquier otro momento.
Les dije que se sentaran en el sofá y puse algo de música.
-¿Unas birras? -pregunté entrando en la cocina. Xavier prefirió un zumo, cómo no.
Una vez acomodados los tres, Rafa me preguntó por Sara y por el viaje. Mientras les contaba todo lo que se puede contar, observé que Xavier estaba en tensión, nervioso. Impaciente. Cuando terminé el relato, disparó:
-¿Has notado algo nuevo? ¿Se lo has contado a ella? ¿Te encuentras bien?
Entonces les conté mi nuevo "encuentro" con Perro Negro. Luego les dije que había pensado contárselo todo a Sara el próximo viernes.
Xavier negó con la cabeza:
-No lo hagas. Las mujeres no entienden éstas cosas. Creerá que estás zumbado y te dejará.
-Se lo puede demostrar -replicó Rafa. Parecía algo mosqueado, y no me extraña. Nuestro amigo karateka puede ser muy pesado cuando se obsesiona con algo. No me quiero ni imaginar la semanita que le ha dado.
-No creo que haga falta. Lo entenderá si se lo cuento bien. Es una chica genial.
-Hazte una chuleta -dijo el gigantón, riéndose.
-No me hagas decir lo que me pasa por la cabeza cada vez que escucho a alguien definir a otra persona cómo genial -añadió Rafa, y le dió un trago a su cerveza. Estaba triste. Se lo noté aunque lo disimulara bien, pero preferí no sacar el tema.
Respecto a Perro Negro no llegamos a ninguna conclusión. Terminamos acordando que tarde o temprano se descubriría su juego.

Después de varias cervezas y zumos se fueron y me quedé solo con mis dudas. No había sacado nada en claro y encima habían logrado que volviera a preguntarme si realmente debía contarle algo a Sara. Una parte de mí está convencida de que lo entenderá y aceptará, pero otra tiene miedo. Quizás no la conozco tanto cómo creo. El miedo a lo desconocido es el peor que puede padecer el ser humano, y el causante de casi todos los males que asolan nuestro viejo y enfermo planeta.
Mierda. Ya me he puesto melancólico.

Lo más curioso es que me preocupe más la opinión de ella que todo lo demás. Creo que incluso sería capaz de renunciar a mis poderes por ella.
Si pudiera, claro.

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