22 de abril de 2007

Juan Blanco

Ayer conocí a Juan Blanco por primera vez.
Apareció cuando el reloj marcó la medianoche. Apenas dos minutos antes habían cruzado la plaza un grupo de chavales, pero en ése momento la plaza estaba totalmente desierta, cosa extraña siendo sábado. Las farolas iluminaban el lugar por encima de los árboles.
De repente alguien posó una mano sobre mi hombro desde atrás y dí un respingo. Me hallaba en el centro justo de la plaza, debía haberlo visto venir, o cómo mínimo haberle oído.
Me volví preparado para cualquier cosa, apretando los puños inconscientemente. En ése momento pensé en Perro Negro, pero no era él el que estaba frente a mí. Era un hombre mayor, de rostro arrugado, de una palidez mortal y pelo completamente blanco. Sus ojos azul hielo se posaron en los míos y tuve la certeza de que ya le conocía. Vestía un traje anticuado totalmente blanco que hacía juego con su larga cabellera, y en la mano izquierda sostenía un delgado bastón de metal.
- Hola Daniel, soy Juan Blanco -dijo rompiendo el silencio con una voz suave, ligera, que inspiraba confianza -. He venido a ayudarte, a enseñarte. A mostrarte quién eres hoy y quién serás mañana. Soy tu guía a través del nuevo camino que se te presenta.
"Al fin respuestas" recuerdo que pensé en ése momento. Juan Blanco habló de nuevo, y por sus palabras supe que podía leer la mente cómo "La Voz":
- No tengo todas las respuestas pero sí algunas, en efecto. El resto te serán reveladas a su debido tiempo. Ahora, si eres tan amable, haz el favor de seguirme. Éste no es lugar seguro -me agarró del brazo y cruzamos bajo los árboles hasta la parte exterior de la plaza. Cuando estubimos junto a las escaleras que llevaban a la acera se detuvo y alzó el bastón de metal frente a una de las gárgolas que reposan en la baranda de piedra, que se iluminó hasta cegarme.

La canción "Hoy ya no estás aquí" de Il Divo sonaba cuando recuperé la visión. Ya no estábamos al aire libre. Juan Blanco se hallaba a unos metros de mí, hojeando un libro junto a un antiguo escritorio abarrotado de tomos y papeles enrollados. Nos encontrábamos dentro de una vieja y enorme biblioteca, iluminados tenuemente por lámparas de un cristal amarillo que dotaban de calidez al lugar.
Juan Blanco alzó la mirada del libro y dijo:
- Poca gente sabe de la existencia de éste lugar, y menos son los que han podido entrar.
Luego, extendiendo los brazos de un modo bastante teatral, añadió:
- Bienvenido a la Biblioteca Invisible, Daniel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

oooh oooh com Daniel Sempere. com mola :D

va va.. mes!

Babilonios dijo...

Muy buenas Daniel. Una pregunta. Esta frase:
"Ahora, por favor, haz el favor de seguirme."

¿No chirría un poco?

hay opciones obvias al por favor.

si eres tan amable.

si tienes la bondad.

En fin, tú sabes. Le vas cogiendo el gustillo a esto de analizar. Y aunque sea algo simple me ha parecido bien ponértelo.

Voy a por la siguiente entrada ;D

Saludos