21 de abril de 2007

Preguntas sin respuesta

Estoy agotado. Si sigo a éste ritmo me va a dar algo.

Ayer en el tren, cuando estaba llegando a Barcelona, me asaltó de nuevo el zumbido de las narices, aunque por suerte duró sólo unos segundos antes de que la misteriosa voz hiciera acto de presencia dentro de mi cabeza, confirmando mi teoría sobre una relación entre lo uno y lo otro.
- Daniel, he estado preocupada por tí. Temía haberte perdido, pero gracias a Dios estás aquí -dijo la voz, y a pesar de que el tono era muy regular, casi robótico, pude sentir un deje de preocupación y apremio a la vez. Observé a mi alrededor, el vagón estaba lleno de gente. Si me ponía a hablar sólo ahí en medio me tomarían por loco.
- No hace falta que hables, Daniel, límitate a pensar lo que quieras decirme -me sentí imbécil cuando terminó la frase. ¿Cómo no había caído en que me leía la mente? Era evidente. Así era cómo había dado conmigo, pensé, pero seguía teniendo dudas.
- El zumbido que sientes es un efecto secundario de mi poder. Actúa sobre la gente a la que escaneo. Siento que te haya causado molestias, pero ahora que estamos conectados éstas irán desapareciendo paulatinamente hasta que llegará un momento en que no notarás absolutamente nada.
Aquello me tranquilizó un poco. Al menos ya había algo que sabía porqué me sucedía y que además tenía una fácil solución. "¿Cómo supiste a quién escanear? Cómo diste conmigo entre los centenares de miles de personas que se mueven día a día por Barcelona? ¿Hay más gente cómo nosotros? ¿Conoces a...?" la voz cortó el alud de pensamientos que había decidido liberar:
- No tenemos tiempo ahora, Daniel. No podré mantener el contacto mucho más y tienes algo pendiente qué hacer. Te prometo que te responderé a todas tus dudas pronto.

Mientras me bajaba en la estación de El Clot siguiendo sus indicaciones, la voz me explicó que la policía aún no había dado con el tipo que me había disparado, pero que me llevaría hasta él para que terminara el trabajo que había dejado inconcluso. Insistió en que no había tiempo que perder, que era muy importante poner a ése hombre en la cárcel. No me dijo el porqué, aunque después de recibir dos disparos de su arma me importaba un pimiento. Lo metería entre rejas, pero antes le iba a dar un pequeño escarmiento. Ya no me daba miedo.
Antes de desaparecer, la voz me hizo anotarme una dirección cercana a la estación. Se suponía que el tipo iba a estar en ella al menos una hora más. La voz se desvaneció antes de que pudiera pensar en cómo sabía lo que iba a suceder, así que me quedé con otra pregunta sin respuesta. Una más a añadir a la larga lista.

Llegué al edificio que la voz había creado en mi mente unos minutos atrás. Era viejo y parecía abandonado. Tenía toda la pinta de ser un piso okupa. Había varias pintadas en el muro, a ambos lados de la puerta. Una de ellas -que se repetía tres veces- llamó especialmente mi atención:

He estado aquí. Y tú me conocerás tres veces.

No era la típica frase ni tenía ningún sentido que yo debiera conocer, pero destacaba entre los tags que ensuciaban la pared cómo si fueran moscardones aplastados contra ella. Al leerla me pareció que ya la conocía, y además me embargó una extraña y súbita sensación de inquietud. Sentí cómo si hubieran escrito esa frase para que yo la leyera. Cómo si alguien quisiera advertirme.
Me devané los sesos durante un par de minutos intentando ubicar la frase, pero finalmente me dí por vencido. Avancé hacia la puerta de madera y la empujé ligeramente intentando no hacer ruido. Estaba abierta, y una escalera empinada, estrecha y oscura, subía flanqueada por unas paredes amarillentas llenas de manchas de humedad. El lugar olía a rancio.
Subí en silencio, esquivando algunas botellas vacías y cualquier otro desperdicio que pudiera advertir de mi presencia y llegué al primer rellano, de dónde partía un largo pasillo que se adentraba en la oscuridad. La escalera moría allí, al parecer alguien había echado abajo las que subían a los pisos superiores, quizás para evitar visitas inesperadas. Los cascotes se apilaban en el rellano, entre montones de basura que olían a rayos. Aguantando la respiración, opté por inspeccionar el pasillo antes de buscar una forma alternativa de seguir subiendo. Con suerte el tipo estaría detrás de alguna de las seis puertas que se perfilaban entre las paredes en sombras.

Tras las primeras dos puertas encontré dos apartamentos -si es que se les puede llamar así- de dimensiones ridículas. En el suelo de uno de ellos había montones de bolsas de basura llenas, queapestaban cómo una manada de animales en estado de putrefacción, y en el otro había tres colchones manchados y agujereados apoyados contra una pared. La única ventana que daba a la calle y por la que se filtraba algo de luz estaba cubierta con una sábana sucia. Ví una mochila vieja en un rincón que parecía llena, pero preferí no tocar nada. Si el tipo estaba en el edificio, cómo había asegurado la voz, tenía que estar en otro lado, así que volví al pasillo y avancé hacia las siguientes dos puertas.
Tuve suerte y encontré lo que buscaba al abrir la primera de ellas, la de la derecha, aunque lo que ví no era lo esperado. El apartamento estaba algo más limpio que los dos que ya había visto y la luz del día entraba por la ventana abierta, iluminando la escena. Había algunos muebles viejos pegados a las paredes y bajo la ventana, tumbado en un sofá desvencijado, estaba mi "amigo". Su gabardina estaba en el suelo, a sus pies.
No hizo ningún movimiento cuando entré ni pareció darse cuenta de mi presencia. Parecía dormido.
Me acerqué muy poco a poco. No sentía miedo, pero la idea de que me volvieran a disparar no me tentaba en absoluto. No quería volver al hospital, quizás la próxima vez no pueda salir tan fácilmente.
Al acercarme ví la goma atada por encima del codo y la aguja colgando. Sus ojos me miraron sin verme. Estaba en pleno viaje. Me agaché y registré la gabardina. Encontré el arma con que me había disparado unos días atrás, un par de bolsas bastante grandes llenas de un polvo blanco -heroína o cocaína, supuse- y una cartera con documentos y algo de dinero. Llevaba documentos de identidad de varios países y con distintos nombres.
Lo dejé todo dónde estaba y observé al asesino pensando qué hacer con él. Finalmente, viendo que el cabrón tenía viaje para rato, volví al apartamento dónde estaban los colchones, y arranqué un trozo de sábana con la que lo até luego. El hijo de puta no estaba en condiciones de recibir ningún tipo de lección, así que me conformé con llamar al 091 y largarme de allí. Con todo lo que llevaba encima lo iban a empapelar, así que de una forma u otra, había cumplido con mi misión. "Ya aprenderá lecciones en la cárcel" pensé al salir a la calle. Aspiré aire fresco y me sentí bien. Muy bien.

Luego me pasé por la oficina y avancé tanto trabajo cómo pude hasta que llegó la hora de ir a buscar a Sara y Rafa. Nos encontramos frente al Zurich y bajamos tranquilamente por Las Ramblas hasta llegar al Paseo Colón. Allí nos metimos en un japonés que conozco desde hace un tiempo, dónde se come muy bien aunque no te gusten el pescado crudo ni las algas, cómo es mi caso.
Los dos congeniaron rápidamente, y pronto se aliaron contra mi después de contarles con todo detalle lo sucedido éstos días atrás. La próxima vez, antes de desmayarme, les mandaré un mensaje al móvil informándoles de la situación...

El resto de la noche, lo que siguió después de que Rafa nos dejará tras tomar unas copas, prefiero guardarlo en mi cabeza. Hay cosas que no se sienten o recuerdan igual cuándo las lees. Sólo diré que he dormido más bien poco, por no decir nada, y que al levantarme he ido al despacho a trabajar en el diseño de una revista hasta primera hora de la tarde.
Después de comer me he echado una siesta que me ha dejado aún peor. Me hago mayor, joder.

Y encima ahora tengo que bajar a Barcelona. La voz ha conectado conmigo hace un rato y me ha dicho que tengo que conocer a alguien dentro de dos horas, en el centro de Plaza Catalunya. La frase exacta ha sido:

Debes conocerle hoy por primera vez.

¿Quién será? ¿Porqué tengo la sensación de que tiene algo que ver con las pintadas de la pared que he ví ayer tarde? ¿O es simple casualidad?
En fín, más preguntas sin respuesta. Espero que la cosa cambie pronto, porque empiezo a estar hasta los cojones de tanto misterio.



3 comentarios:

QuiveringStar dijo...

Dos comentarios:
Me ha gustado mucho este símil "No era la típica frase ni tenía ningún sentido que yo debiera conocer, pero destacaba entre los tags que ensuciaban la pared cómo si fueran moscardones aplastados contra ella.". Sigue por este camino, vas bien.

Otro detalle, muy pequeño: Cuidado con el tiempo. En teoría cuando escribes el post ya ha pasado la tarde puesto que has "dormido" con Sara. Así que no debes decir "¿Quién será? ¿Porqué tengo la sensación de que tiene algo que ver con las pintadas de la pared que he visto ésta tarde? ¿O es simple casualidad?" Sino ayer por la tarde.

Por lo demás bien. Sigue así :).

Apalaid dijo...

Simplemetne genial.


Me ha gustado que hayas encontrado al "malo" y no hayas luchado, esque considero un "cliche" que siempre que un heroe y un villano se encuntren luchan.

Sigue asi :)

Anónimo dijo...

Igual de original y de bien escrito que siempre ^_^ me ha gustado mucho el encuentro con el "malo", es una escena curiosa, ningún superheroe se habría encontrado a su antagonista en esas condiciones xDD

Y lo de la frase me ha dejado con mucha curiosidad =)

Un beso y a seguir así! :)